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Las Misas Gregorianas son una práctica religiosa de origen europeo, que se celebran sin interrupción alguna durante los 30 días posteriores al fallecimiento de una persona, siendo estas una ceremonia con la cual sus creyentes infunden con su devoción el camino del alma del difunto hacia el Padre, bajo la aclamación del sacrificio Eucarístico de Cristo en la tierra para la salvación del mundo por el pecado.
Un Sacerdote de la Orden Benedictina celebrara diariamente la Santa Misa, somos una organización sin fines de lucro agradecemos su donación para las misiones.
Su privacidad es importante para nosotros, por lo que no vendemos, compartimos ni intercambiamos su información personal.
Al pedir las Misas Gregorianas, le estaremos enviando a usted o a la persona que usted haya indicado un certificado anunciando las Misas a celebrarse.
¡Que Dios bendiga a tu familia! +OSB
Misas por los seres queridos fallecidos y otras intenciones particulares:
La persona hace una donación, llamada estipendio, a un sacerdote o Comunidad Religiosa para la celebración de la Misa por una intención específica.
Al hacer este ofrecimiento, la persona se une más íntimamente a Cristo quien se ofreció asimismo en la Sagrada Hostia, para obtener así frutos más abundantes. (Carta del Papa Pablo VI “Firma in Traditione” el 13 de junio de 1974).
El ofrecer un estipendio es también una manera en la que el católico contribuye al servicio del sacerdote de la diócesis o comunidad religiosa.
La historia de las Misas Gregorianas
Cuenta el gran Papa y Doctor de la Iglesia San Gregorio Magno(+604) que, siendo todavía abad de un monasterio, antes de ser Papa, había un monje llamado Justo, que ejercía con su permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una moneda de tres escudos de oro, faltando gravemente así al voto de pobreza. Después se arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo, pero en paz con Dios. Sin embargo, San Gregorio, para inculcar en sus religiosos un gran horror a este pecado, lo hizo sepultar fuera de las tapias del cementerio, en un basural, donde también echó la moneda de oro, haciendo repetir a los religiosos las palabras de San Pedro a Simón mago: “Que tu dinero perezca contigo “. A los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado fuerte en su castigo y encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas seguidas, sin dejar ningún día, por el alma del difunto.
El ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las treinta misas, se apareció Justo a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al cielo, libre de las penas del purgatorio, por las treinta misas celebradas por él. Estas misas, se llaman ahora, en honor de San Gregorio Magno, misas gregorianas. Estas treinta misas seguidas, celebradas por los difuntos, todavía se acostumbra celebrarlas y, según revelaciones privadas, son muy agradables a Dios.